La lengua tiene como función esencial el permitir comunicarnos con otros interlocutores, enviándoles mensajes que puedan ser fácilmente decodicables. Sin embargo, las posibilidades de que estos sean bien aprehendidos no serán las mismas si lo hacemos en forma oral o escrita.
Con seguridad, se entenderá mejor lo que estamos transmitiendo si lo concretamos de manera oral, pues una serie de factores no verbales nos ayudarán al logro de este objetivo. Si lo hacemos por escrito, el texto, por sí solo, deberá ser perfectamente claro. Sin embargo, existen múltiples escollos externos, generados desde el lector: premura, desinterés, u otros internos, surgidos desde el mensaje, que podrían tender a obstaculizar su comprensión.
Los impedimentos internos que, a menudo, contribuyen a hacer embarazosa la tarea de descifrar un mensaje son la precariedad de vocabulario: ¿El sol abrasa o abraza?; el uso de un término que tiene un valor semántico completamente distinto: Ocurrió un hecho deleznable ¿quebradizo, frágil? o ¿abominable?; el mal uso de la sintaxis también puede entorpecer la compresión plena de un texto: Vi a María entrando a casa ¿quién entraba? ¿yo o María?; no obstante, sin restarles importancia a las complicaciones de índole léxica y sintáctica, existe una tercera muy relevante: la ortográfica.
La Ortografía no es una mera elaboración artística o un conjunto de normas draconianas, sino constituye el factor que le da rmeza y cohesión al idioma. Debe considerársela necesariamente una herramienta útil que permite a todos cuantos trabajan con ella llegar a ser más hábiles y diestros en la tarea de escribir, pues basta una coma, una letra o una tilde mal escrita para que el sentido de lo que expresamos pueda variar categóricamente.
La Ortografía no es una mera elaboración artística o un conjunto de normas draconianas, sino constituye el factor que le da rmeza y cohesión al idioma. Debe considerársela necesariamente una herramienta útil que permite a todos cuantos trabajan con ella llegar a ser más hábiles y diestros en la tarea de escribir, pues basta una coma, una letra o una tilde mal escrita para que el sentido de lo que expresamos pueda variar categóricamente.
Columna de opinión publicada en el diario El Mercurio