EL ESTUDIANTE DE EDUCACIÓN TERCIARIA

Dra. Sandra Catalán Henríquez

Doctora en Investigación e Innovación Educativa
Profesora de Educación Diferencial con mención en Trastornos de Aprendizaje Específicos
Psicóloga
Profesora asociada Carrera de Educación Especial de la PUCV

En Chile, la educación terciaria ha adquirido las características propias de una sociedad diversa y marcadamente heterogénea, situación que es vivenciada en las distintas instituciones de educación superior reconocidas por la Ley Nº 20.370 (Mineduc, 2009, art. 52), tales como: a) Universidades; b) Institutos profesionales; c) Centros de formación técnica, y d) Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos; Academias de Guerra y Politécnicas; Escuelas de Armas y Especialidades de las Fuerzas Armadas; Escuela Técnica Aeronáutica de la Dirección General de Aeronáutica Civil; Academia de Ciencias Policiales de Carabineros de Chile; Escuelas Matrices de Oficiales de las Fuerzas Armadas; Escuela de Carabineros y Escuela de Suboficiales de Carabineros de Chile, la Escuela de Gendarmería de Chile; y Escuela de Investigaciones Policiales e Instituto Superior de la Policía de Investigaciones de Chile.

Esta heterogeneidad se observa en los distintos ámbitos de desarrollo que distinguen a los estudiantes que escogen alguna de las alternativas educacionales que el país ofrece a los egresados de 4º año medio.

De este modo, es posible que en las aulas hoy nos encontremos con alumnas y alumnos que provienen, más que hace 4 décadas atrás, de variadas realidades sociales, económicas, étnicas y culturales. Pero, también, personas con condiciones de aprendizaje y características biológicas, cognitivas y afectivas propias de un estudiante adulto, las que debemos conocer para responder debidamente desde los disímiles espacios formativos.

Características del estudiante adulto

Como docentes es muy importante que conozcamos qué caracteriza a los estudiantes que hoy se incorporan a las aulas, ya que esta comprensión permitirá propiciar ambientes de aprendizaje consonantes con estas condicionantes.

Para ello es necesario, además, distanciarse del modelo tradicional que ha regulado nuestro proceder formativo y adoptar un modelo andragógico, que pretende dar cuenta de las variables biológicas, sociales y psicológicas que distinguen la etapa de desarrollo en que se encuentra el estudiante adulto.

  1. Condicionantes biológicas

En este periodo etario el desarrollo biológico ha llegado a su culmine en los aspectos fisiológicos, morfológicos y orgánicos. No obstante, el cerebro aún está en proceso de cambio y evolución, ya que la maduración del lóbulo frontal (más estrictamente la corteza prefrontal) finaliza hasta ya entrada la edad adulta, es decir, entre los 20 y 25 años (Spitzer, 2005).

La zona prefrontal es el centro del funcionamiento ejecutivo y es donde se logra la integración de la información que permite dar curso a la toma de decisiones y la definición de planes de acción para resolver problemas en los distintos contextos de la vida.

En esta área cerebral, que es la última en madurar, se sitúan las funciones ejecutivas (FE), consideradas como el centro de la acción consciente y autorregulada.

Entre las FE podemos encontrar la memoria de trabajo, la atención voluntaria y ejecutiva, el monitoreo cognitivo, la autorregulación, la iniciativa, el control inhibitorio y la planificación (Goldstein, Naglieri, Princiotta, y Otero, 2014).

Como todavía no se alcanza la plenitud de su evolución en la mayoría de los estudiantes que ingresan a la educación terciara, sería interesante que la FE fuesen consideradas por las instituciones al diseñar los planes de estudio y, por los docentes, al generar las actividades de aprendizaje propias de cada ámbito disciplinar.

  1. Condicionantes sociales

Desde lo social, el estudiante adulto comienza a independizarse de los referentes paternos y maternos, asumiendo roles independientes y autónomos dentro del contexto social en el que se desenvuelve.

La toma de decisiones se ve reflejada en la elección vocacional, que se concretiza, en la generalidad de los casos, en la elección de carrera, profesión u oficio o en el ingreso al mundo del trabajo. Unido a lo anterior, es posible observar que los y las jóvenes se adscriben a una filosofía de vida y a un código de ética bastante definido y sobre la base de los cuales argumentan sus decisiones.

Sin embargo, las condicionantes sociales actuales promueven y propician una amplia variedad de opciones, desde el modo en que se conformarán las relaciones hasta el tipo de rol que se decide asumir, situación que podría modificarse en el transcurso del tiempo. Lo anterior, muestra que lo propio de la época es el cambio, más que permanecer en un status quo determinado por las costumbres o las tradiciones (Santrock, 2015). 

  1. Condicionantes psicológicas

Respecto de los aspectos psicológicos, la capacidad mental del joven se encuentra en su apogeo para ser estimulada y para experimentar nuevas actividades y áreas de interés, logrando exhibir un pensamiento flexible y práctico que le permite resolver las nuevas problemáticas que debe enfrentar en su trayectoria formativa. 

Predomina el pensamiento reflexivo y creativo, donde importan más las preguntas que pueda realizarse acerca de los nuevos conocimientos, que las mismas respuestas a las que pueda arribar luego de un proceso de análisis. Asimismo, cuenta con una mejor capacidad metal y de memorización, lo que le permite actuar con eficacia y dirigir sus acciones hacia metas específicas y previamente definidas (Alvarado, Vega, Cepeda y Del Bosque, 2014).

Por su parte, el nivel de desarrollo de las FE le permiten un mayor control emocional y, con ello, contar con mejores habilidades para inhibir los impulsos y controlar la ansiedad ante situaciones de estrés, las que son propias de las exigencias y demandas a las que debe responder en este nuevo nivel educativo.

Las características antes descritas mandatan repensar el proceso de enseñanza y aprendizaje que se debe proponer al estudiante. Para ello, el docente debe contar con los conocimientos que le permitan diseñar ambientes de clase que, por una parte, potencien cada una de las áreas antes mencionadas y, por otra, favorezcan un entorno que estimule aquellos ámbitos que aún no se encuentran totalmente desarrollados.

Para el logro de aquello, existen estrategias metodológicas que hacen posible el diseño de entornos de aprendizaje adecuados a los requerimientos del estudiante adulto, como la Metodología Basada en Problemas, Aprendizaje Basado en proyectos, Aprendizaje y Servicio, Aula Invertida y Pensamiento Visible.

Finalmente, es importante recalcar que el objetivo último del trabajo formativo con un estudiante adulto, es el alcanzar un aprendizaje profundo (Biggs, 2004), motivado, comprometido, que se interese por aprender de manera autónoma y que logre generalizar los conocimientos a nuevas y variadas experiencias. 

Referencias

Alvarado, I. R., Vega, Z., Cepeda, M. L. y Del Bosque, A. E. (2014). Comparación de estrategias de estudio y autorregulación en universitarios. Revista electrónica de investigación educativa, 16(1), 137–148. Recuperado de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1607-40412014000100010
Biggs, J. (2004). Calidad del aprendizaje universitario. Madrid: Narcea.
Goldstein, S., & Naglieri, J. A. (Eds.). (2014). Handbook of Executive Functioning. New York, NY: Springer New York. Recuperado a partir de http://link.springer.com/10.1007/978-1-4614-8106-5
Ministerio de Educación de Chile (MINEDUC) (2009). Ley Nº 20.370 del 16 de diciembre de 2009. Santiago de Chile. Recuperado de: http://bcn.cl/1uxh9
Spitzer, M. (2005). Aprendizaje: Neurociencia y escuela de la vida. Bercelona: Omega