Valentina Haas Prieto
Profesora de Educación Básica, mención en Castellano, Ciencias Sociales e Inglés Doctora en Educación, mención en Currículum y Didáctica
“¡Te equivocaste!”, “mira el error que cometiste, esto está mal”. Sin lugar a dudas, estas no son las palabras que esperabas encontrar al comenzar a leer, pues sin duda provocan en ti una sensación incómoda, al ser términos que evocan sensaciones de pena, vergüenza, amargura y cuestionamiento. Efectivamente, y eso no es azaroso, pues en nuestra historia el error ha sido planteado como sinónimo de horror y por tanto es algo que se esconde, se evita, reprende, enjuicia o castiga. Así es, lo cual no deja de ser paradójico porque ¿si no cometiéramos errores, cómo aprenderíamos?. De la misma forma que si fuéramos perfectos y solo tuviéramos luces y no sombras ¿Cómo podríamos mejorar, evolucionar y ser mejores personas?1 Un tema que bien vale una colección completa de escritos.
Ahora bien, en la actualidad se observa con esperanza cómo nuestra visión de algunas cosas se torna más amplia, positiva y proyectiva. Desde tal vereda es importante precisar que todo en la vida puede ser mirado a través de sus matices y ello determinará qué veamos y, en consonancia, cómo actuemos. Por ejemplo, si pienso en mis defectos, estoy centrando la atención en lo malo, en algo negativo que supuestamente me caracteriza y que además está dado y por tanto no es modificable. ¿Qué tal si en lugar de hablar de defectos o debilidades, aludo a desafíos? Esto implicaría que eso, que según el término usado era algo “negativo” e inamovible, ahora se transforme en una oportunidad de mejorarlo, cambiarlo o simplemente superarlo. En otras palabras un compromiso con la mejora, mi mejora, lo que sí motiva, convoca y potencia a cualquiera. En el fondo lo único que cambió fue la manera de enfrentar el hecho, trascender del juicio al error y su ejecutor a problematizarlo, permitiendo que su protagonista a partir de ello, aprenda. Esto es lo que ocurre con el error cuando se le asume como una oportunidad de aprendizaje o lo que algunos han llamado prodigiosamente “el error constructivo” (De la Torre,2005) .
Lo anterior conlleva un potencial formativo y de aprendizaje enorme. Primeramente pues cuando el error se trabaja, se aclara su causa, se abre paso a un verdadero aprendizaje que ocupa el lugar de una duda que muchas veces nunca resolvemos para no arriesgarnos a la humillación de equivocarnos. Del mismo modo que ilumina sobre aspectos o desafíos que tendríamos que considerar a posteriori como: leer bien una instrucción, corregir un procedimiento, discriminar entre significados, comprender bien una idea, respetar el orden, utilizar otra método o simplemente realizar aquello con más cuidado o dedicarle más tiempo. Paralelamente, se pierde el miedo a opinar, errar y con ello intentarlo, que es la base de cualquier manera de aprendizaje o mejora. En otras palabras, la próxima vez que sientas que te hayas equivocado, sonríe, analiza qué pasó, busca las razones, comprende lo que puedes hacer distinto y disfruta pues sin duda como lo señala Guerrero et al (2012) no solo aprendiste del error si no que avanzaste en un verdadero aprendizaje con sentido
De Saint Aymour, J. (2007) El efecto mariposa. Ediciones Obelisco
De la Torre, S. (2004) Aprender de los errores. El tratamiento didáctico de los errores como estrategia de innovación. Buenos Aires: Magisterio del Río de la Plata.
Guerrero, J.; Castillo, E.; Chamorro, H. y De Gil, G. (2012). El error como oportunidad de aprendizaje desde la diversidad en las prácticas evaluativas. Plumilla Educativa. pp. 361-381
1 Desde la perspectiva Junguiana, descrita en sus trabajos vinculados al efecto mariposa, cada persona es la constructora de su futuro y son justamente los defectos el motor que nos permite evolucionar y ser mejores personas.